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Bienestar Docente
La “pandemia” nos ha dejado por sobre todo la necesidad de aprender a pausar y renovar nuestro pensamiento una y otra vez. La capacidad de poder ver, pensar y sentir de manera “panorámica” la vida mientras sucede, viendo las oportunidades más allá de la crisis, arraigados en una plena confianza en la vida, es el eje mismo de la educación que requiere el siglo XXI.
La pandemia ha acelerado la toma de conciencia de la importancia de saber desarrollar estas capacidades de manera práctica, viva y real ante los niños. La meta-cognición, la meta-conciencia y el auto-conocimiento, es decir, la capacidad de estar atento y aprender de manera no-reactiva de nuestros propios procesos sensoriales, cognitivos y emocionales, es la base de muchas de las capacidades que los niños y jóvenes requieren en un mundo cada vez más volátil e incierto., tanto por su propio bienestar como así también por ser cualidades laborales indispensables.
La piedra fundamental de estos aprendizajes se inicia con el desarrollo de “nuevos” sentidos y facultades que nos permitan “aprender a aprender sobre uno mismo”. La resiliencia es una consecuencia natural de un clima emocional y una manera de ser, estar y hacer de los adultos desde las escuelas.
La especie humana es resiliente y adaptativa por naturaleza. Aprender a despertar nuestras capacidades de resiliencia innata tienen que ver con una plena atención, curiosidad y asombro por nuestra “fenomenología humana” mientras vivimos, es decir comprender cómo funciona la mente, las emociones, las sensaciones, el cuerpo, la respiración como base de la comprensión del origen de nuestras felicidades e infelicidades.
El trabajo personal en la dimensión de meta-cognición aplicado al bienestar docente es una de las maneras más eficaces de incidir positivamente sobre las escuelas y el sistema educativo en general.